miércoles, 27 de mayo de 2015

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PALABRAS HOMÓFONAS

Hablemos claro....


Doña ortografía y las homofónas

EL TUMULTO DE LAS HOMÓFONAS. UN CUENTO PARA REÍRSE


El Tumulto de las Homófonas.
Pedían una explicación; querían saber por qué se escuchaban igual, pero significaban diferente. Pero, sobre todo, querían originalidad.
Luego de tomar un cafecito, doña Ortografía suspiró, estiró las patitas de las r, retocó el palito de la t y abrió la puerta para recibir a las homófonas que estaban inquietas y muy enojadas.
Doña Ortografía dijo con voz muy clara: “Revisaré los problemas de las homófonas con b y v. Las demás palabras tendrán que volver más tarde”.
Y, aunque allí estaban Ceda del verbo ceder y Seda de tela, Censual, relativo al censo, y Sensual de voluptuoso, Cera de secreción de las abejas, y Sera de cesta grande y Será del verbo ser, Cesión del verbo ceder y Sesión de reunión, todas tuvieron que irse.

Por parejas homófonas
Así que doña Ortografía fue pasando a cada pareja de homófonas para explicarles muy bien cómo debían ser usadas en la escritura.
Primero pasaron Barón, título de dignidad, y Varón, hombre.
—¿Qué les preocupa? —dijo Ortografía—. ¡Si está bien claro! Ustedes dos son inconfundibles, ¡se escriben diferente, se ven diferentes y son diferentes!
—¡Sí! —respondió Varón—. Pero nos escuchamos igual y cuando los maestros dictan en la escuela a los niños, ellos nos ponen en lugares incorrectos y eso me cansa.
—A mí me molesta —refunfuñó Barón—. Yo tengo clase, soy una palabra especial; ya casi nadie me usa, pero la clase es la clase.
—Lo que podemos hacer —dijo Ortografía— es que, cuando algún niño o adulto (porque de que los hay, los hay… Sí, sí, sí, tratándose de mí todos me utilizan como quieren) las ponga en el lugar incorrecto, ustedes se borran hasta hacerlos entender cuál es su verdadero lugar.
—¿Y tú crees que eso funcione? —preguntó Barón.
—Yo creo que sí —le respondió la Ortografía. Y los dos varones se marcharon.

Un vanidoso y el otro no
Luego la cosa se puso peor… porque entraron Bello (hermoso) y Vello (pelo fino y corto). Los dos estaban totalmente paralizados. Bello argumentaba que no era posible que alguien lo confundiera, si «yo soy lo más bello, lindo, soy inconfundible». Mientras que Vello decía: «¿Qué clase de vello soy yo?»
La Ortografía les dijo:
—Con ustedes ya sé qué voy a hacer. A ti, Bello, te voy a poner la b más grande, y a ti, Vello, te voy a poner la v más gruesa.
Los dos se fueron contentos y satisfechos. Pero la llegada de la otra pareja inquietó a doña Ortografía.

Para votar hay que saber botar
Botar entró votando por el Partido Nacional Amiguista, mientras que Votar botaba de angustia.
—No sabemos qué hacer —decía Votar—. A mí me quieren botar; y quieren que yo vote sin botar.
—¡Ya se! —dijo Ortografía—. Tengo una amiga Sabia que me va a ayudar. Le voy a hablar para que ella instruya a los niños y les muestre el significado de ustedes dos, para que se puedan ir botando a votar.
—¡Sí! —respondieron las dos y se marcharon abrazadas.
Finalmente entraron Bacilo y Vacilo, que ya estaban cansados de esperar. El primero dijo:
—Yo ya no quiero vacilar. Sólo pido que me dejen con mis bacilitos estar.
Mientras que Vacilo no quería ni hablar, por miedo a que Bacilo lo pudiera contagiar.
Así que doña Ortografía les dijo sin vacilar:
—Las homófonas son palabras que suenan igual, pero se escriben de manera diferente; por lo tanto tienen significado distinto. Así que dejen ya de molestarme, porque ahora ya quiero descansar.
Y las palabras homófonas, felices, marcharon a sus casas.

(Visto en Amantes de la ortografía)

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